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miércoles, 16 de enero de 2013

El idioma de Cristóbal Colón

Algo en lo que estamos de acuerdo los que apostamos por la españolidad de C. Colon, es un argumento cuya solidez nos parece incuestionable, aunque hay quien plantea reticencias sobre ello, ese elemento es el idioma. Si bien un apellido, o un nombre, puede ser un factor identificarlo del origen de un individuo, mucho mas servirá el idioma, el apellido puede muy bien ser compartido por dos o mas naciones, pero el idioma, el idioma no. Es el aspecto diferencial por el que se sitúa concretamente a una persona en un país concreto, y hasta por los modismos de su lenguaje, se puede determinar la región de procedencia.

Una de las cosas que mas molesta a los colombófilos  es sin duda, y mas que a nadie a los genovistas,  el hecho, sorprendente en un genovés, de que, ¡Colón no sabía italiano!.  Todos sus escritos, absolutamente todos, menos algunos en latín, están redactados en castellano, y en la única nota que tenemos de él en “italiano”, es tan macarrónica, que es imposible que ni un ligur casi analfabeto la haya escrito. 

Celso G. De la Riega" del libro “Colón Español” Capítulo IV, Indicios lingüísticos .
Una de las singularidades mas notables que ofrece la personalidad de C. Colón es la de que ninguno de los documentos escritos de su mano, que han llegado a nuestros tiempos, aparece redactado en lengua italiana; memoriales, instrucciones, numerosas cartas y papeles íntimos están escritos en castellano, y las notas marginales en sus libros de estudio, en latín. Para explicar de alguna manera semejante singularidad, se dice que la educación de Colón en su infancia fue muy superficial, y además que abandono a su patria en la niñez; explicación sobradamente deleznable, porque, aparte de las altas cualidades de inteligencia y aplicación que se le han reconocido, debió emplear forzosamente la lengua italiana para los estudios elementales que verifico, si era Genovés, antes de los catorce años en que empezó a navegar, y si es cierto que navego veintitrés años, “ sin estar fuera del mar tiempo que se haya de contar” en barcos genoveses, ya en el comercio, ya en el servicio a los príncipes de Anyou; si es cierto que sostuvo continuas relaciones de amistad y trato frecuente con mercaderes y personajes italianos, no es posible admitir que hubiese olvidado la lengua italiana hasta el punto de no poder escribir en ese idioma la carta que dirige al Oficio de S. Jorge de Génova. 
Análoga deducción, y con mayor motivo, podemos hacer si admitimos, como quiere un documento italiano, que Colón aun era tejedor en el año 1472. ¿Quién, que se halle expatriado, aunque lleve residiendo largo tiempo en el extranjero, al dirigirse por escrito a las autoridades de su pueblo, no lo hace en el idioma patrio?¿Quien llega a olvidar hasta ese grado el lenguaje que aprendió en el regazo materno?¿Es posible que Colón no hubiera sentido por la lengua italiana, si esta hubiera sido la suya, el instintivo afecto que todos los hombres, de todos los países y de todas las épocas, dedicamos al idioma nativo? No fue olvido, ciertamente, la causa de este hecho. ¿Lo fue el desdén, la indiferencia? ¿Es que, en efecto, ese idioma no era el suyo?

En el preámbulo del diario de navegación, al exponer a los RR.CC. el objeto de su empresa, el inmortal descubridor dice que en Catay domina un príncipe llamado Gran Kan “ que en nuestro romance” significa rey de reyes. El verdadero estudio del idioma castellano usado por Colón en todos sus escritos esta por hacer, y es preciso que algún día lo hagan personas de capacidad y prestigio, porque estamos bien seguros de que con su alta autoridad habrán de atestiguar que solo un nacido y educado en España pudo escribirlo con tanta soltura y naturalidad y dar las pruebas que dio de conocer todos sus secretos y la riqueza de su estilo, como dijo Humbolt.” (Luciano Rey)

El Almirante se descubre claramente al manifestar cual es su idioma, es muy difícil de entender que en ocho años de residencia en el extranjero, se diga claramente que su lengua es la del país de acogida, siendo italiano se daría cuenta de la inexactitud cometida, pero él no comete un error al decirlo, está expresando lo que siente, y como español que dice ser genovés, siendo genovés no lo expresaría de esta forma. Como sigue diciendo D. Celso: ¿Sucedió por Ventura que Colón, sin darse cuenta de ello, alzo en las tres palabras “ en nuestro romance” un extremo del velo con que se propuso ocultar patria y origen? No hay autor dramático, ni novelista, ni criminal, ni farsante, ni hombre cauteloso o reservado, que no deje algún cabo suelto, que no descuide algún detalle, por donde flaquee la fábula o se sospeche y se descubra lo que se quiso ocultar. ¿Obedeció Colón a esta imperfección humana a llamar suya a la lengua española? Sin duda alguna, y a este propósito es de notar la soltura con la que escribía. 
Entre los detalles lingüísticos de los escritos de Colón abundan las palabras gallegas, detalles que parecen minucias triviales, pero que no son desdeñados por quienes analizan las causas y el enlace de los hechos.
En una descripción de la isla La Española escribe que allí “ los rayos solares tienen espeto”. Algún historiador quiso ver que en esa frase había un defecto de transcripción, al poner espeto en vez de ímpetu; no parece muy adecuado el calificativo de impetuosos a los rayos solares, se advierte en dicha interpretación el desconocimiento de que espeto, palabra muy antigua y vulgar, consistía y consiste en una varilla metálica con punta en un extremo y un orifico en el otro para colgarlo, que se empleaba para asar carne o pescado. En Galicia, cuando el Sol calienta mas de lo ordinario se dice “ hoxe o Son ten espetos”, que es la misma frase escrita por Colón, aprendida sin duda en su infancia. Así ocurre en el Caribe, los rayos solares producen un efecto de quemazón como pudieran producirlo la incandescencia de los espetos. 

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